OTRA SEMANA SANTA - AGUSTIN DEL PINO
Me pilló el domingo de Resurrección en un pueblo de la costa castellonense. Y viví otra celebración bien distinta de las que salen en la tele, sin boato, sin alharacas. A las 11,30 se inició la representación del Encuentro. Primero salió de la parroquia la imagen de Cristo resucitado y enfiló la calle principal del pueblo hacia arriba. Unos minutos después salió la Virgen, cubierta la cara con un velo blanco, calle abajo. A la media hora, ambas procesiones se encontraron delante de la iglesia y se produjo el ritual del Encuentro. A la Virgen la quitaron el velo. En ese instante repicaron con fuerza y alegría las campanas, la banda municipal se arrancó con una música alegre. La traca zigzagueó a la perfección y acabó en el trueno final entre los aplausos del pueblo presente. Así, con emoción, sencillamente.
No éramos muchos. Las señoras del pueblo, los hombres con la chaqueta nueva, el mecánico de las bicis con corbata porque debe ser hermano mayor, el sargento de la guardia civil con uniforme de media gala, el jefe de la policía local, Susana, la alcaldesa con sus concejales, unos cuantos guiris y otros pocos turistas nacionales. Me acordé de Berlanga que era de estas tierras. Le hubiera salido un documental primoroso. A él que le gustaban tanto los pueblos de toda la vida.
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